Durante tres días los dirigentes conocieron en terreno cómo los comuneros y sus familias enfrentan la crisis sanitaria que ha golpeado fuerte a la población y de paso le entregó una importante ayuda.
Las complicaciones que han tenido para el traslado y lo limitado de los permisos para el desplazamiento y realización de trámites claves fueron las principales dificultades que los comuneros de la Comunidad Agrícola Olla de Caldera expusieron luego del recorrido en terreno que efectuaron los integrantes del directorio.
La visita se extendió durante tres días a principios de septiembre de 2020 y abarcó los diferentes lugares donde actualmente habitan los socios y que desarrollan, principalmente, una labor ganadera.
En el sector de La Laja la directiva destacó la importancia de estar en terreno y advertir el agradecimiento de la gente.
La presidenta de la comunidad, Susana Alfaro destacó que el objetivo de la visita es constatar en terreno como se encuentran los socios en medio de la crisis de salud y social. “El ver cómo lo está viviendo en esta pandemia. La idea es ir en apoyo y ver las necesidades que están sufriendo en estos momentos”, replica.
Carlos Bernal, director, destacó que el objetivo es paliar las necesidades de los socios, “sabemos que el país está complicado en el tema económico, además estamos complicado con el tema de las lluvias. Ya no fue un año bueno y la idea es que ellos compren sus artículos de primera necesidad”.

Wilson Ángel, protesorero, igualmente cree que es una ayuda importante. “Como el año ha sido malo, la verdad es que este bono es de una gran ayuda para la gente que vive en el campo. La idea nuestra como directorio es estar pendiente de la gente que vive en estos sectores que están bastante alejados del centro urbano, igualmente nos sentimos orgulloso de hacer esta gestión”.
Pedro Bernal, prosecretario, plantea que este tipo de gestos es fundamental, sobre todo para el sector criancero. “Hace años que venimos siendo afectados por la sequía y el año pasado el tema social y ahora la pandemia, esto nos viene como caído del cielo. Es una plata que nos servirá para mejorar la situación económica tanto personal como de los animales y estamos muy agradecidos por eso”, enfatiza.
Bernal recalca que en terreno se puede advertir lo que está sufriendo el comunero, “y la gente campesina como el criancero, es muy difícil bajar (trasladarse a la ciudad), realizar trámites y comprar. Todo es complicado y nos cuesta bajar por el tema de los permisos y hay que manejar otras cosas como el sistema de celular y la mayoría de nosotros no podemos hacerlas, por lo que esto nos facilita”, explica.
La tesorera Juana González destaca que es un orgullo ayudar a los comuneros, “porque nuestro objetivo es ver la realidad actual de lo que están viviendo ellos y ayudarlos a todos”.
El vicepresidente de la directiva, Eduardo Cox resalta que se logró llegar, principalmente al adulto mayor, “ y se agradece a la asamblea que nos ha dado las herramienta para estar en el directorio de las comunidades agrícolas para en esos tiempos complicados ir en ayuda de nuestra gente y se puede decir que el balance ha sido muy bueno y se conseguirá el objetivo de ir en ayuda de nuestra gente”.
VOCES DE PROTAGONISTAS
Luis Torres hace 10 años que vive en el sector Las Greditas. Explica que la mayor complicación con la pandemia del coronavirus ha estado en los permisos para lograr movilizarse.
Noelia Acevedo Muñoz habita en el sector de Los Perales y no esconde que la pandemia ha sido un tema complejo, “en el aspecto de los remedios me ha perjudicado un poco”, admite.
Leonzo Alarcón Contreras reconoce que principalmente la cuarentena que afectó a La Serena por cerca de dos meses le impidió acceder normalmente al centro urbano, “porque hay que sacar permiso y para eso hay que tener una clave única”, explica.
Afirma que en la ciudad se siente más la pandemia, “porque hay que parar encerrado, mientras que acá estamos suelto. Yo voy hasta Islón, entrego los quesos, compro en los negocios y me pego la vuelta. Pero, hay algunas diligencias que las he dejado de lado, como algunas horas médicas que las perdí porque no quise ir a meterme al hospital. Acá nosotros responsablemente nos cuidamos porque soy de un grupo de riesgo y si me da a mí acá, quien me cuidará. Mi esposa no sabe maneja y con virus, nadie lo quiere llevar a uno ”, recalca.
Cree que aunque tuviera internet, el trámite se le complicaría, luego que “como campesino me queda grande la tecnología. No me he metido mucho en los celulares y aprender, si bien no es algo del otro mundo, pero tiene que ser voluntad mía».
En el Rancho de los Maitenes Mocho vive Augusto Robledo quien que coincide que la pandemia no ha sido tan compleja, sobre todo porque habitan en la ruralidad, “todos estamos complicado con esto. Pero, día a día escuchamos noticias para ver cómo va el tema y la cuarentena, esperando que se pase. En mi caso no bajo nunca (al centro de La Serena). Es por eso que hemos pasado bien, porque no tenemos contacto con nadie. Acá llega gente a comprar queso, pero lo hacen todo precavido”.
En pleno pueblo de Almirante Latorre vive Sergio Robledo Cortés. Reconoce que la mayor complicación ha estado en materia de permisos. “Nosotros vivimos de lo que produce el ganado. Hay que ir a buscar forraje, vender los quesos para comprar forraje, entonces son muchos los trámites que hay que hacer y traer la alimentación”.
Es por ello que cuando operó la cuarentena estaban proponiendo sacar dos permisos diarios. “Es la única forma que podamos cumplir con nuestros trámites . Hay temor por la gente que viene de abajo (la ciudad), pero acá el clima y el distanciamiento social está perfecto, el sol favorece y no podemos estar en un lugar mejor”, resalta.
REFORZANDO LAS MEDIDAS
Mario Villobos (40) plantea que la pandemia se vive distinto en el campo. “No sé nota, tengo que viajar igual a la ciudad, pero tomo las medidas de seguridad que corresponde como uso de mascarilla y alcohol gel y no tengo problemas. Todo bien ordenado en el tema y no te tenido problemas. Es fuerte ver morir a tanta gente y es preocupante el tema”.
Juan Zárate vive en una de las últimas majadas en el sector de La Laja. Lo hace hace más de 30 años y no esconde que la pandemia ha complicado su accionar. “Hemos estado un poco confundido porque no podemos bajar (a la ciudad)”.
Le preocupa que la ciudadanía no le tome el peso a la pandemia. “La gente andaba normal. Acá hubo un mal comentario que había un caso. Cuando nos reunimos lo hacemos con mascarilla y cuando llega una visita tiene que hacerlo con mascarilla”.